La mariposa estaba posada
sobre el parabrisas de la kombi, perfectamente inmóvil; Como el conductor que
no lograba centrar su atención nuevamente en la ruta. Segundos antes había
bajado bruscamente la velocidad para detenerse en la banquina a hacer lo mismo
que yo, observar y admirar esa mariposa increíble.
Cuatro ojos la recorrían
de norte a sur, de este a oeste. Las miradas se volvían manos delicadas que
dibujaban círculos sobre sus alas azules, violetas y verdes. Su tamaño era
superior en un 1000% a cualquier otra mariposa, podía compararse por su
longitud con una gran paloma, aunque su peso –parecía- ser el de una mariposa
común y corriente.
Vaya uno a saber cuánto
tiempo transcurrimos en silencio e inmovilidad total los tres, sólo el sol, más
allá, se movía, cada vez más altivo en el cielo celeste.
De pronto hablo el
conductor y su voz sonó como un trueno en medio de una noche desolada.
-La voy a agarrar, dijo.
-Dejala libre contesté, no
ves que eso es parte de su belleza?
-Al carajo, yo la vi
primero, retrucó.
-Dejemos que ella elija, propuse.
El conductor asintió de
mala gana levantando sus hombros. Un minuto después la mariposa desplegó sus
alas azules, violetas y verdes y se marchó por la ventana, dejando en el aire el
aroma a libertad.
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