La habitación se reduce,
las paredes que años atrás
pintaste de celeste me cercan.
Deseo ser parte del colchón,
atravesarlo, hundirme.
El reloj que no veo pero oigo
-obediente, sereno, perfecto-
marca las dos y siete
-aproximadamente-
tic, tac, tic, tac, tic, tac,
el sonido cada más fuerte
o tal vez más cerca de mis oídos,
¿Cómo saberlo?
También cada vez más cerca
ladra un perro,
que por los breves intervalos
entre ladrido y ladrido
es el de Julián.
El colchón no me absorbe,
la violencia en stand by,
conducime a un sueño sin sobresaltos,
dame un beso de madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario