A veces no llevo ni la billetera, como hoy. Cobré y guarde la plata en mi bolsillo. Llegué a casa azotado por el calor, me quité el jean lo revolee al canasto de la ropa sucia y me puse una bermuda. Varias horas después mi hermano buscó ese jean para ponérselo -a pesar de la mugre- y se encontró con mi sueldo. Por suerte tengo un hermano honesto o un sueldo insignificante.
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